No teníamos pensado hacer el Camino de Santiago porque veníamos con otro tipo de viaje y ritmo, pero mientras más nos acercábamos nos llamaba mucho la idea, era una experiencia que queríamos vivir desde hace muchos años.

No sabíamos cómo hacerlo: ¿Dividirnos? ¿Conducir uno y el otro hacer el camino? Al final optamos por hacerlo en familia, como algo simbólico.

Los preparativos del Camino de Santiago

Todo empezó un día antes con una clase audiovisual para explicarle a Ameyali la historia, simbología y la importancia del reto. Eso la motivó tanto que hizo un dibujo imaginándonos en el camino. También necesitábamos algo que nos sirviera de bastón e intentamos conseguir tres vieiras (por suerte el dueño de la zona de autocaravanas se ofreció a traernos unas de regalo). La vieira es una especie de molusco que actualmente está en veda y su concha es el símbolo más representativo de los peregrinos y es lo que nos identificaría como caminantes.

¡Salimos rodeados de niebla!

Al otro día amanecimos rodeados de niebla, le daba un toque más místico y especial a la salida. Preparamos bocadillos y agua, cada uno tenía que llevar lo suyo en la mochila y elegir bien lo que cargaría, ya que lo tendría que cargar TODO EL TIEMPO. Salimos desde el área de autocaravanas, a 6,4 km. de la catedral.

Los tres con una intensión diferente: la mía era más espiritual, para Juan era un momento en familia y para Ameyali era un reto que se lo tomó con responsabilidad pero también con diversión, el juego era ir saludando a los caminantes y además buscar las «pistas» del camino, se emocionaba cada vez que encontraba una señal en la calle, en una pared o en el suelo. Otro objetivo extra era recoger un poco de basura a nuestro paso.

Naturaleza, peregrinos y una llegada emocionante

El camino tuvo varias etapas: solos y rodeados de naturaleza, robles, manzanilla, castaños, setas, moras silvestres y eneldo. Acercándonos a la ciudad empezamos a ver más y más caminantes: de todas las edades, en solitario o en grupo. Entre todos nos dábamos ánimos y decíamos «buen camino», un gaitero nos daba la bienvenida a la ciudad.
Después callejeamos hasta llegar a la Catedral de Santiago de Compostela que nos impactó con su grandeza y la Praza do Obradoiro llena de gente y alegría, fue muy emocionante.

Regresamos satisfechos por lo que hicimos, pero con ganas de más. Ameyali terminó con sus pies de «salchichas arrugadas» jeje (como dijo ella y verán en la foto). Juan y yo los días siguientes no podíamos movernos, no cabe duda que ¡Nos tenemos que preparar la próxima vez! Hemos reflexionado mucho sobre el mérito de todos esos peregrinos que, independientemente de su objetivo y sus capacidades físicas, han salido de su zona de confort, con sencillez y minimalismo y se han planteado esta prueba física y mental que les marcará para toda la vida. Nuestro respeto y admiración a cada uno de ellos.

Nuestras conclusiones de la experiencia:

«Me gustó mucho la tumba de Santiago, tenía un mantel blanco que me recordaba a mis abuelos, la vieira porque nunca había visto una y ver muchos muchos caminantes. Me divertía mucho cuando pasaban por aquí delante mientras desayunábamos, nos girábamos para el otro lado para verlos y pasaban ahora por detrás nuestro». (Ameyali)

«El camino hace que haya complicidad y solidaridad entre las personas, me gustó escuchar el «buen camino». Me alegró ver que Ameyali aguantó todo el viaje y estaba emocionada por el objetivo, contenta con su bastón y su vieira, en ningún momento nos pidió que la cargáramos y llevó todo el tiempo su mochila. Me hizo darme cuenta que estoy en muy baja forma y me gustaría caminar más y estar más fuerte. Me impresionó Santiago de Compostela y descubrirlo caminando«. (Juan)

«Para mi fue otro reto hecho realidad, me gustó que fuera así, en familia y al ritmo de Ameyali, que aunque acaba de cumplir 5 años, me ha demostrado tener más fuerza y voluntad que nunca. Entendió perfecto el objetivo y se enfocó en él con positivismo, hubo un momento en el camino que cruzamos frente a un parque y otro día hubiera ido corriendo a jugar, pero vi cómo sin decirnos nada volteó para adelante y siguió caminando… ¡Wow! También recordé la importancia de dialogar con Juan y respetar que cada uno tiene intensiones y visiones distintas y eso también está bien. Me ayudó mucho a recordar de donde vengo y hacia donde voy». (Ana)

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Saludos de Juan, Ana y Ameyali.

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